El cantante estadounidense Prince sorprendió a un puñado de sus fans al ofrecer un concierto intimista de cuatro horas en el célebre cabaret parisiense de jazz del New Morning, que terminó al amanecer del viernes.
Se decía que Roger Nelson, alias Prince, iba a presentarse este verano en el castillo de Versalles pero finalmente la estrella surgió de repente en esta pequeña sala del este de París, sin que se hubiese hecho publicidad alguna en la prensa.
El "Kid de Minneapolis", quien ya no necesita de una casa disquera para distribuir su música, se contentó con destilar indicios a la comunidad de sus fans, que siempre están pendientes de sus mínimos hechos y gestos.
La edición del 22 de julio de la revista Courrier Internacional traía su nuevo CD, "20Ten", y se agotó en pocas horas en 14.000 kioscos de Francia.
La salida de este nuevo álbum, sumada a su presencia el jueves en la noche en París y a una próxima presentación el 25 de julio en Niza (sur de Francia) bastaron para hacer que se regara la noticia de que iba a cantar en el New Morning, cabaret frente al cual se agolparon varios centenares de seguidores.
La entrada costaba 102 dólares y hubo que esperar hasta las dos de la madrugada para verlo por fin aparecer en el escenario, muy serio y muy majo, ejecutando un solo de guitarra, rodeado de los músicos que lo habían acompañado ya en octubre de 2009 en el Gran Palais de París.
El Kid de 52 años estaba vestido de negro y llevaba un peinado impecable. Al comienzo del espectáculo dejó la iniciativa a sus coristas que se lanzaron con ritmos de soul y blues a un "Qué será, será", de antología.
Poco a poco Prince fue surgiendo del fondo del escenario para tomar el micrófono y las riendas del concierto.
Tras haberse presentados en los más grandes festivales del mundo, Prince se dejó llevar por el ambiente intimista del New Morning, estirando al infinto sus éxitos ("Controversy", "Cream" o "Kiss") sin olvidar breves regodeos con temas de Sly and The Family Stone, los Rolling Stone o los Jackson Five.
Saltando detrás del piano para una balada, o apoderándose del bajo con aire burlón, el polifacético músico jugó como de costumbre al director de orquesta, dando incesantes indicaciones a su joven y brillante baterista, y lanzando sus consignas por el micrófono: "seguimos en do y nos lanzamos en un gran funk!".
Fueron necesarias media docena de llamadas del público, que lo aplaudió sin cesar, para agotar a esta estrella maliciosa que terminó por salir del New Morning al amanecer.
Fuente: AFP
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